21/10/2016. CONTRA LA INDIFERENCIA Y EL OLVIDO… LAS PERSONAS PRIMERO
Una vez más
nos hemos reunido con nuestra denuncia en forma de círculos de silencio en
Valladolid.
Durante
estos meses las leyes contra las personas inmigrantes no han cerrado por
vacaciones, los CIEs tampoco y las agresiones de la política europea contra los
refugiados no han descansado. Lejos de esa utopía, la situación de personas
refugiadas que huyen de las guerras de Oriente Medio, del hambre y de la
violencia sigue siendo terrible e injusta. Los CIEs continúan privando de
libertad y de condiciones dignas a personas que no han cometido ningún delito,
y partidos políticos xenófobos comienzan a tener fuerza en varios países
europeos. El miércoles 5 de octubre se compartía en las redes sociales que en
las costas italianas se había producido un salvamento de 11.000 personas en 48
horas, y la muerte de otras 50, que se suman a las más de las 3.000 personas
que han perdido la vida en el Mediterráneo durante estos meses de 2016. Sin
embargo cuando comenté esta tragedia en la hora del café nadie sabía nada.
Esta
realidad cada vez aparece menos en los telediarios y programas de actualidad. Nos
hemos acostumbrado a jóvenes intentando saltar la valla de Melilla o a niños
deambulando por el campo de refugiados como si fuera un fondo de pantalla al
que nadie presta atención. Los gobiernos siguen sin saber (o querer) gestionar de forma eficaz y responsable con
los derechos humanos esta situación. El mes de septiembre la cumbre de Naciones
Unidas centrada en refugiados y migrantes parecía ser un rayo de esperanza, que
concluyó con, buenas intenciones pero sin concretar acciones. Mientras tanto,
el día a día nos demuestra que las
leyes, por muy democráticas y legales que sean, se vuelven injustas cuando no
están al servicio de las personas, cuando no se cuenta con una mirada
humanitaria en su aplicación.
Donde sí
encontramos cada día ese rayo de esperanza y la mirada humana es en muchas
instituciones, asociaciones, voluntariado y ciudadanos que se esfuerzan y se
dejan la piel para defender la vida y los derechos más elementales de las
personas. Cada acogida, cada gesto de respeto y reconocimiento de la dignidad,
cada ayuda que prestan es una lección a la indiferencia política.
Huyamos de esa
indiferencia, no olvidemos que cada uno de nosotros podemos luchar por una sociedad
más justa, más integradora, más abierta, más humana. No olvidemos que los
migrantes y refugiados, antes que números son personas, rostros, nombres e
historias. No olvidemos que las personas
son primero.