16/06/2017.QUEREMOS ACOGER: OS ESPERAMOS

La doctrina del libre mercado, que preconiza el levantamiento de todas las barreras para facilitar la circulación de las mercancías en el mundo, es uno de los dogmas de nuestros tiempos.

En muchos países, existe cierto afán de los Gobiernos de firmar a diestra y siniestra Tratados de Libre Comercio (TLC) con otros países y regiones.

En cambio, ¿qué pasa con la doctrina de la libre circulación de los seres humanos que promovió una gran tradición de religiones, filosofías y pensamientos, arraigados en la idea y la práctica de la hospitalidad?

Así, la llamada globalización se encuentra fragmentada: por un lado, se permite el libre flujo de mercancías, capitales y todo tipo de tecnologías; por otro lado, se restringe la movilidad de las personas, principalmente los más pobres, como si fuera algo normal.

Esta contradicción ha tenido grandes consecuencias para la humanidad:
La expulsión de muchas personas por la guerra o porque se les quita la posibilidad de vivir dignamente;  la retención en auténticos campos de concentración;  la muerte en el mar, el desierto o en las vallas con cuchillas, los discursos xenófobos  que crecen y alimentan la criminalización del demandante de asilo, al que se considera un terrorista potencial e incluso de quienes salvan vidas en el Mediterráneo, etc...todo esto convierte a Europa en un bunker, que impide la acogida de los que huyen.

Como bien lo explica Amnistía Internacional, el mundo se vuelve cada vez más peligroso para las personas refugiadas y migrantes, porque los países, de origen, tránsito y destino, se vuelven inhospitalarios. Sea porque expulsan a sus propios ciudadanos a causa de la miseria, el conflicto armado, la violencia generalizada, etc. Sea porque son indiferentes ante los abusos o las crisis humanitarias que afrontan los refugiados que transitan en sus territorios. Sea porque cierran sus fronteras o vuelven cada vez más difícil el ingreso por tierra o mar de estas personas.

La inhospitalidad tiene varios nombres: expulsión sin respetar las leyes, indiferencia, cierre de fronteras, centros de detención administrativa para migrantes que se convierten en cárceles.

Mientras que el libre mercado tiene sus defensores que abogan con vehemencia por la apertura de las fronteras a las mercancías; por otro lado, la libre circulación de las personas se presenta cada vez más como una utopía de algunos soñadores.

Pero ante tantas muertes de migrantes en desiertos, mares, fronteras y a manos del crimen organizado, se evidencia que la hospitalidad no es sólo una alternativa, sino una exigencia ética y humana para evitar estas tragedias que han enlutado nuestro mundo en estos años.

 

. El Gobierno es el primer y único responsable. No los ayuntamientos o las comunidades autónomas. Ni las ONG, las parroquias, o los medios de comunicación.

. Y, como una pieza más de esta deriva hacia el abismo en la que se sume Europa, se desvían fondos de cooperación a la externalización y militarización de las fronteras. De este modo, dinero público destinado a la construcción de paz acaba siendo invertido en la industria de la guerra.

Frente a tanta inequidad, el 90% de los españoles y españolas, somos partidarias de que vengan los refugiados y solicitantes de asilo.

                                                            Queremos acoger: os esperamos


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