13/12/2013. LAS CUCHILLAS DE MELILLA NOS AVERGÜENZAN

Cuchillas en la valla de Melilla. Para protegernos. ¿De quién? De nosotros mismos. De nuestro propio miedo. Para eso levantamos muros que coronamos de alambradas con cuchillas, para que los que a pesar de todas las amenazas que les esperan a este lado de la verja, y a pesar de todas las penurias que han superado en el camino, se corten la cara, las manos, los brazos, los muslos, las ingles y el pecho.

No las llaman cuchillas, sino concertinas, que suena mejor. Pero cortan igual. Una alambrada de púas enzarzada de cuchillas, para que no falte nada, para que se desgarren y se desangren hasta la última gota quienes, a pesar de todo, intenten pasar.

Vergüenza sentimos por pertenecer a un mundo que necesita protegerse de esa manera. ¿Merece sobrevivir nuestro mundo si para defenderse de los otros cava fosos, levanta muros, y patrulla las fronteras del imperio del dinero? ¿Merece la pena un mundo como el nuestro que para poder vivir y dormir tranquilo tiene que mantener abiertas fosas comunes en el Estrecho, en Lampedusa y en el Sáhara?

También hay otras muchas cuchillas que se han venido desplegando contra los inmigrantes en España con el fin de machacarlos como personas y despojarlos de cualquier esperanza. Unas cortan mutilando su cuerpo, pero otras truncan cualquier esperanza para ellos y sus familias de poder tener un futuro mejor.

África es el espejo de Europa y el espejo del mundo, de su inhumanidad. Lo que hacemos con África, eso somos, pues allí nacimos, de allí venimos. Sí, todos los seres humanos de hoy somos hijos e hijas de inmigrantes africanos. En África nació el Homo Sapiens, nuestra especie actual hace 200.000 años y emigró a Europa hace

40.000 años. El camino no debió de ser fácil, pero nunca se encontraron con aduanas ni con muros coronados de cuchillas.

Querida Europa nuestra, admirable por tantos motivos, mírate: playas cubiertas de cadáveres, arenas del desierto llenas de niños y mujeres muertas de sed, alambradas de púas y cuchillas con cuerpos desangrados que cuelgan. He ahí tu espejo. He ahí nuestra civilización: Libertad, Igualdad, Fraternidad, Democracia, Derechos Humanos, Ciudadania... ¿qué has hecho de tus valores? ¿Perdiste acaso la sabiduría del Homo Sapiens cuando mudaste el color de tu piel?

Vergüenza sentimos, porque estamos matando en nosotros nuestra propia condición humana, si aceptamos que es necesario protegernos contra los inmigrantes africanos con armas, leyes y muros con cuchillas que rasgan y cortan en jirones los derechos humanos. No, no podemos aceptar semejante deshumanización.

Todos hemos sido, somos o seremos inmigrantes. Los españoles, que vivimos hoy con dramatismo la salida de 400.000 de nuestros jóvenes, sentimos que las cuchillas cortan nuestra alma y rasgan toda esa solidaridad que hemos desplegado en los últimos años para acoger a las personas que han llegado hasta nosotros.

La inmigración es un problema complejo. Pero nunca lo podremos resolver mientras no tengamos viva la memoria de nuestra historia, reciente aún, de cómo hemos invadido y saqueado países, continentes enteros, y lo seguimos haciendo, sobre todo en África.

Nunca resolveremos el problema de la inmigración, mientras no sintamos en nuestras carnes el dolor de las cuchillas. Serán inútiles todas las aduanas y muros. Lo seguirán intentando, porque lo mismo les da morir de hambre en sus países, ahogados en el mar o desangrados en una valla de cuchillas. Las cuchillas de Melilla nos avergüenzan.

 

Círculos de Silencio, Valladolid, 13 de diciembre d 2013


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