19/02/2016. ¿CUÁNTAS MUERTES MÁS EN EL CAMINO?
Nos reunimos otro viernes en este círculo de silencio, abriendo nuestros ojos ante la situación inaceptable de las personas migrantes. Estamos viviendo la peor crisis de refugiados de la historia. 59,5 millones de personas que, a causa de la persecución, los conflictos, la violencia generalizada o las violaciones de derechos humanos se ven obligadas a salir de sus hogares en busca de un futuro incierto. Estas cifras son alarmantes, y sin embargo dejan fuera a otras muchas personas que también se ven obligadas a dejar su casa en busca de un futuro incierto. Personas que migran para poder salvar la vida, huyendo de condiciones de pobreza, medioambientales, de conflictos no reconocidos que comprometen seriamente su integridad. Estas personas sufren, en muchas ocasiones, situaciones igual de peligrosas y sin embargo no pueden optar a la protección que otorga el reconocimiento jurídico de su condición de refugiadas, lo cual aumenta su vulnerabilidad.
Esta situación debería interpelar a la comunidad internacional, a nuestros políticos, a nuestros vecinos. Sin embargo con frecuencia vemos la indiferencia y el silencio a pesar de las muertes, la violencia en los caminos, el hambre en los ojos de un niño, los naufragios. Queremos abrir nuestros ojos ante los países que cierran las fronteras y usan la violencia para detener su paso.
Los círculos de silencio sirven precisamente para no ser indiferentes, para no callarnos, para que nuestro silencio sirva de denuncia. La comunidad internacional puede hacer más por evitar o terminar con los conflictos de Oriente Medio y de África, que provocan millones de refugiados.
Denunciamos una vez más la producción y venta de armas a países en conflicto, en la que también España participa, mientras mueren de hambre diariamente 60.000 personas.
Denunciamos cuando la Unión Europea y sus países miembros reaccionan ante la crisis de refugiados levantando más barreras, que provocan muertes, o externalizando las fronteras, dando dinero a los países de alrededor para que sean ellos quienes frenen a las personas que quieren ejercer su derecho a la protección internacional.
Pedimos una mayor implicación de los gobiernos con la ayuda al desarrollo, que mire más a las personas que a los intereses financieros. Pedimos una mayor implicación en la resolución de los conflictos bélicos y un trabajo comprometido por la paz de todos los pueblos.
¿Y qué hacer con las personas que ya están aquí, o a las puertas? Podemos tender la mano con la acogida y hospitalidad, con la solidaridad. Sin mirar su condición de regular o irregular, sino pensando en la dignidad de la persona. Abramos los ojos a experiencias de integración que previenen la discriminación, el racismo y la xenofobia.
¿Cuántas muertes más en el camino hacen falta? Que hoy y siempre tengamos ánimos y lucidez para denunciar la falta de derechos humanos, contribuir a trasformar la sociedad, desde lo más cercano en nuestras casas, escuelas, ciudades, hasta la valla o la barca al pie de las fronteras.